EL PRESIDIO MILITAR DE LA ISLA DE LOS ESTADOS

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Por Juan Carlos García Basalo
(Extraído de la Revista Todo es Historia Nº 366. Enero 1998)

LA ISLA DE LOS ESTADOS ES DESCUBIERTA EL 25 DE DICIEMBRE DE 1615 POR LOS HOLANDESES JACOBO LE MAIRE Y CORNELIO SCHOOUTTEN. POR LEY NÚMERO 269, PROMULGADA POR MITRE EL 10 DE OCTUBRE DE 1868, DÍAS ANTES DE TERMINAR SU PERÍODO PRESIDENCIAL, ES CONCEDIDA EN PROPIEDAD A LUIS PIEDRA BUENA. BOVE LA EXPLORA EN 1882. EN LA ÚLTIMA DÉCADA DEL SIGLO XIX, REPETIDAS VECES SE LA SEÑALA COMO LUGAR APROPIADO PARA RADICAR UN PRESIDIO. DE HECHO, EN PEQUEÑA ESCALA Y DE MANERA UN TANTO INFORMAL, CUMPLE ESA FUNCIÓN PENAL A PARTIR DE 1884.

UN PRESIDIO NATURAL

Quién defendió con más vehemencia la idea de "presidio natural" fue Julio Popper (1857-1893). En la conferencia que pronuncia el 26 de julio de 1891 en el Instituto Geográfico Argentino, sin aludir directamente al proyecto del gobernador Mario Cornero de establecer un presidio en Tierra del Fuego, le opone su fabuloso plan de destinar la Isla de los Estados a presidio.

En opinión de Popper, "(...) la Isla reúne todas las condiciones, responde a las exigencias más escrupulosas para hacer de ella un presidio natural, inmejorable. La Isla está llamada a ser tarde o temprano, el Presidio de la República, porque para ese fin ofrece todas las ventajas tanto morales como económicas". Poseído por su proyecto, deja correr libremente su fecunda imaginación: "(...) Allí no se precisan murallas ni fortificaciones; un solo buque de la armada sería ampliamente suficiente para hacer imposible toda tentativa de evasión. Abunda el material para las construcciones y el combustible es inagotable; las condiciones higiénicas son excelentes, y los presidiarios gozarían de relativa libertad, de la vida campestre, exentos de la atmósfera desmoralizadora de las penitenciarías y dedicados a un trabajo benéfico y productivo. Allí podrían instalarse fácil y económicamente talleres de carpintería, fábricas de muebles, tornerías y tonelerías. En el istmo que separa el puerto Cook del puerto Vancouver, se podría establecer un astillero para embarcaciones y en todos los puertos del norte de la Isla, fábricas que transformarían la abundante madera en pasta de papel, industria que rinde excelentes resultados a la Noruega, donde las maderas, el pino blanco, son menos propias de la industria que el haya de la Isla de los Estados.

Una reserva de 20 leguas en Tierra del Fuego, produciría el ganado vacuno más que suficiente para proveer de carne fresca a los presidiarios, en condiciones mucho más económicas que en Buenos Aires, mientras que las legumbres y especialmente las papas, se podrían cultivar en la misma Isla, donde los ensayos practicados al efecto por la Subprefectura de San Juan, dieron resultados satisfactorios".

Cierra Popper su fantasía penológica con una afirmación, tan rotunda como inconsistente: "Con el establecimiento de un presidio en la Isla de los Estados, se obtendría, en fin, una considerable economía para el Erario y la valorización de miles de brazos improductivos, que servirían para fomentar nuevas y provechosas industrias para el país".

Como buen visionario, Popper prescinde de los condicionamientos y limitaciones que hasta hoy imponen una naturaleza indomable y una realidad social mal conocida. Olvida -¿o desdeña?- las observaciones científicas de la época sobre la Isla. Pocos años antes, en la exploración que efectúa en febrero de 1885 Federico Mouglier anota en su Diario de viaje: "El clima de Los Estados no es soportable para los seres humanos, lo demuestran las observaciones meteorológicas que tenemos a la vista, no hay un solo día en el año que no haya llovido o nevado, agregado a una temperatura que raras veces ha pasado de 12º sobre cero en verano y que fluctúa en invierno entre los 5º y 15º bajo cero".

Empero, la fascinante idea de Popper recoge adhesiones. Juan Manuel Eizaguirre escribe en el diario Sud América: "Últimamente se habló de un proyecto muy acertado: hacer un presidio en ella. Esta es una idea que debiera llevarse a la práctica inmediatamente". Hasta el proyecto del Código Penal de Norberto Piñero, Rodolfo Rivarola y José Nicolás Matienzo, presentado al Poder Ejecutivo en junio de 1891 -días antes de la conferencia de Popper- en su sistema punitivo incluye la pena de presidio, a cumplir con trabajos forzados en alguna de las islas del sud (Art. 15) y la pena de deportación, consistente en la relegación por tiempo indeterminado en la Isla de los Estados u otra que se destine al efecto.

En realidad los primeros penados llegan a la Isla de los Estados con la División Expedicionaria al Atlántico Sur, comandada por el Coronel de Marina Augusto Lasserre (1826-1906), que tiene como misión principal, o por lo menos ostensible, establecer un faro y una subprefectura en la Isla y otra en Tierra del Fuego. Proceden de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires. El propio Lasserre los escoge de justicia e instrucción pública los pone a su disposición. "(...) con el objeto de ser empleados en los diversos trabajos que se originan en las subprefecturas de Tierra del Fuego e Isla de los Estados y cumplir allí sus respectivas condenas".

A partir de entonces iniciase un envío selectivo de penados militares -los primeros no lo son-, para ser empleados en los trabajos más rudos y penosos de la subprefectura que Lasserre dejara instalada, junto con el faro, en San Juan de Salvamento. Así, por ejemplo, a comienzos de 1889, el Consejo de Guerra condena a l contramaestre Bayona, de la corbeta Chacabuco, por heridas al cabo de cuarto y al oficial de guardia, a diez años de presidio, que deberá cumplir en la Tierra del Fuego o en la Isla de los Estados. En noviembre de 1893, el Poder Ejecutivo dispone que la Comisaría de Marina "(...) entregue el racionamiento que corresponde a cuatro presidiarios (...) debiendo en lo sucesivo incluirlos en el racionamiento que se suministra a la Prefectura Marítima de la Isla de los Estados".

En 1894, no obstante la existencia del Presidio Militar de Puerto Santa Cruz, regístranse cuatro casos en los que se conmutan otras tantas penas de muerte por diez años de presidio en la Isla de los Estados. Por fin, para regularizar el aspecto administrativo de la presencia de condenados militares en la isla y de sus familias, el 9 de abril de 1895, un decreto del Poder Ejecutivo autoriza a la Comisaría de Marina "(...) para que, conjuntamente con el racionamiento y vestuario que se provee al personal de la Isla de los Estados, se entregue el que corresponda a los presidiarios que cumplen condena en dicha Isla, de conformidad con las planillas adjuntas por los meses de febrero y marzo ppdo., debiendo adoptarse este procedimiento en lo sucesivo, a cuyo efecto el Señor Subprefecto pasará mensualmente una planilla igual a las familias de los presos; para efectos del racionamiento, deberá considerarse, para cada persona mayor una ración, y para cada dos menores una sola, sin uniforme".

EL PRESIDIO DE SAN JUAN DEL SALVAMENTO

La Isla de los Estados desde 1884 tiene como único punto habitado el puerto de San Juan del Salvamento, sede de la Subprefectura y del faro, oficialmente encendido el 25 de mayo de 1884 y que habría de apagarse el 1º de octubre de 1902, al comenzar a operar el instalado en la vecina Isla de Año Nuevo, más moderno y mejor situado. La ley de presupuesto para 1883, que autoriza la creación de la Subprefectura en la Isla y de otra en Tierra del Fuego, a iniciativa del diputado puntano Doctor Cristóbal Pereyra -"por una necesidad política, nacional y humanitaria"-, asignan a cada una de ellas una dotación compuesta por un subprefecto, un ayudante, un escribiente, dos guardianes, tres timoneles y 25 marineros.

El 10 de mayor de 1895 al levantarse el Segundo Censo Nacional, la isla tiene 56 habitantes, 9 familias y 3 casas. Si se deducen trece personas que componen la tripulación del aviso Golondrina y otras ocho del faro de Punta Lasserre, las 35 de la subprefectura incluyen un contramaestre, un carpintero, un herrero, 14 marineros, 2 mujeres, un niño y 15 destinados, como se denomina a los condenados a presidio. Un tercio son extranjeros, sin duda antigüos enganchados, principalmente del ejército: dos orientales (uno Vicente Zuloaga, el negro cocinero, que recordarán Gerlache y Payró); un chileno, un belga y otro boliviano. Entre los penados censados por el empadronador Carlos Méndez, subprefecto en ese momento, no aparece ninguno de los diez presidiarios que Lasserre trajera de la Penitenciaría Nacional para construir las dos subprefecturas y cumplir sus penas en la Isla. Diez de los censados están aún en el presidio cuando lo visita Payró.

La clausura del Presidio Militar de Puerto Santa Cruz, dispuesta por el Poder Ejecutivo el 19 de junio de 1896, sólo incorpora a la Isla de los Estados un pequeño contingente de seis presidiarios. Empero, se considera prudente reforzar el personal. Un acuerdo general de ministros, del 25 de julio de 1896, así lo dispone, "(...) por haberse aumentado el número de presidiarios que allí cumplen su condena, con una parte de los que guardaba el disuelto Presidio Militar de Santa Cruz.

El refuerzo consiste en designar auxiliar militar en comisión al Teniente de Fragata Santiago Cressi, agregar un carpintero y un cocinero e incorporar al personal de marinería de la subprefectura de Bahía Thetis, "que fuera suprimida pro innecesaria". Durante el año 1897 el término medio mensual de presidiarios es de 23 individuos. Regístranse 13 altas (4,57 %), 2 bajas (0,70 %) y 2 fallecimientos (0,70 %). No obstante, el aumento de personal ese año el subprefecto comunica a la Prefectura General que tiene siete presidiarios que, por su pésima conducta, son inaguantables. No hay castigo ni represión que pueda corregirlos.

Constituyen un serio peligro en los casos en que sale del puerto el bote salvavidas, que necesita ser tripulado por un contramaestre y catorce marineros. La subprefectura -dice- queda entonces poco menos que guarnecida. Poco después, en la invernal noche del 3 de julio, prodúcese un grave hecho de sangre. Lo provoca el ex soldado del 3 de Infantería Isidro Ramírez. Cumple una condena por tiempo indeterminado. Payró lo describía como un "hombre sano y robusto, muy blanco y hasta simpático si no fuera por su mirada aviesa y torva; era sin duda el criminal más perverso de todos aquellos presidiarios, entre los que hay de alma atravesada, como vulgarmente se dice". Esa noche, aprovechando la oscuridad y la indefensión de su víctima, mata a puñaladas al despensero Carruza, por negarle la ración de caña.

Cuando en abril de 1900 Ramírez llega a Buenos Aires para ser conducido a la Penitenciaría Nacional, ante el fracaso del Presidio Militar para contener sus desmanes, algunos diarios le atribuyen 19 muertes y dirán que mató al despensero de la Isla de 14 puñaladas, una por cada día que lo dejara sin su ración de caña. Se non e vero... Todas esa -y otras- circunstancias reveladoras de un estado de disciplina impropio de un presidio, más aún de un presidio militar, en el que se presupone un invariable, predominio del rigor por encima de toda otra consideración, determinan que se envíe un destacamento de Infantería de Marina, renovado periódicamente.

Entre quienes visitan la Isla de los Estados por esos años se encuentran el explorador antártico Adriano de Gerlache de Gomey (1866-1934). A bordo del Bélgica, entre 1897 y 1898 realiza su conocido viaje a las regiones polares. A comienzos de 1898, la expedición arriba a San Juan del Salvamento, a hacer agua. El 14 de enero parte a la Bahía de Hughes. En el libro que publicara dando cuenta de su viaje, Gerlache dice del presidio: "Desde hace varios años, la Isla de los Estados sirve de penitenciaría para condenas militares. Con excepción de algunos que están casados y gozan del privilegio de ocupar con su familia una miserable cabaña, los prisioneros se alojan en una barraca de madera. Están bajo la vigilancia de dos tenientes y de algunos hombres de tropa, pero en realidad, gozan de una libertad relativa. Sus tareas consisten en hacer provisión de leña para la calefacción, cuidar la avenida Piedra Buena y las dependencias de la Subprefectura, etc... Se les permite dejar la estación cuando algún trabajo urgente no los reclama, y siempre regresan con puntualidad. El suelo de la Isla de los Estados es por todas partes húmedo y turboso; no ofrece recurso alguno. Aquel que deja la prisión no obtiene más ventaja que una ruda diversión en la monotonía de su exilio. Una o dos noches pasadas a cielo raso, a la intemperie y las angustias del hambre calman bien pronto todo humor vagabundo. En cuanto a la fuga, es imposible. El estrecho Le Maire es demasiado ancho (cerca de 20 millas) y las corrientes tan violentas que impedirán su travesía a nado... Llueve, nieva o graniza en San Juan del Salvamento, doscientos cincuenta y dos días al año y tan solo hay sesenta días de calma... El cielo casi siempre está cubierto y el viento sopla con una velocidad término medio de siete y medio metros por segundo. No es, pues, un Edén la Tierra de los Estados, y la suerte de los funcionarios que allí deben vivir tampoco es mucho más envidiable que la de los prisioneros que guardan.

Invitado por el ayudante señor Nicanor Fernández, a cargo de la subprefectura por ausencia de su titular, Gerlache participa de una peculiar comida compuesta de tres platos de carnero, preparado de manera diferente. "Carnero y siempre carnero -comenta- esta es la única carne que traen los transportes argentinos, procurada en Ushuaia o Harberton". "Los comensales -agrega- son además del señor Fernández y los miembros de la Expedición, el doctor Ferrand, dos subtenientes, un prisionero distinguido, el capitán C y su mujer.

El capitán C ha sido condenado a perpetuidad por haber muerto a un superior y su joven esposa, queriendo compartir las miserias de este terrible exilio y atenuarlas con su presencia, ha tenido el admirable coraje de acompañarle". Días después, en compañía del capitán C y del Doctor Ferrand, recorre las roquerías de pingüinos, cormoranes y otarios de las inmediaciones de San Juan del Salvamento. El capitán C, el singular "prisionero distinguido", que llama la atención de Gerlache, -singular por su alcurnia social, por su educación europea, su mala estrella en Zárate, en Mendoza, en Curamalal-, no es otro que el capitán de Guardias Nacionales Juan Carlos Castex. Su última desventura ocurre al promediar 1896. en la noche del 2 de junio, en el Campamento de Curamalal, Castex mata de un tiro de revólver a su subordinado, el teniente Federico Kuls. El 30 de septiembre el Consejo Supremo de Guerra lo condena a presidio por tiempo indeterminado por el delito de homicidio alevoso con una circunstancia atenuante. Esa circunstancia -haber observado el reo buena conducta antes de cometer su delito- le salva, por segunda vez, de la pena capital. Días después se dispone que cumpla la condena en la Isla de los Estados, "hasta tanto se establezca el presidio militar". A bordo del Villarino, el 3 de diciembre parte para el sur. Cuatro años permanece en la isla, primero en San Juan del Salvamento y luego en Puerto Cook. En 1900 pasa a la Cárcel de Ushuaia. Allí desempéñase un tiempo como maestro de escuela de la Sección Menores, con excelentes resultados, dice el director Muratgia. A fines de 1902 o comienzos de 1903 incorpórase al nuevo Presidio Militar de Ushuaia, en Puerto Golondrina, en proceso de habilitación. Por fin, el 9 de julio de 1903 el presidente Roca le conmuta la pena de presidio por la de confinamiento en el Territorio de Tierra del Fuego, por igual tiempo al de la condena. Ese mismo verano de 1898 Roberto J. Payró realiza su "Excursión periodística a las costas patagónicas, Tierra del Fuego e Isla de los Estados", origen de su obra "La Australia Argentina". Llega a San Juan del Salvamento en el transporte Villarino y emprende le retorno en el 1º de Mayo. Dispone, pues, de tiempo suficiente para conocer a fondo, incluso en sus intimidades, la vida y los personajes del faro de la Subprefectura y del Presidio Militar. Desde Buenos Aires son sus compañeros de viaje, entre otros, el flamante subprefecto de la isla, teniente de fragata Luis Demartini, el jefe del faro Lasserre, Augusto de la Serna y el Doctor Pinchetti, médico asignado al penal. Esa relación diaria con ellos, a toda hora, acorta distancias, pero también impone sutiles inhibiciones y favorece la misión del periodista.

Demartini recibe del ayudante Nicanor Fernández la subprefectura y sus anexos. Regresa descontento de su primera inspección. Apunta Payró: "En efecto, a primera vista se notaba que no había organización ni disciplina en el Presidio". Buena faena le aguardaba a Demartini. Payró adhiere a la teoría del presidio natural que preconizara Popper: "La Isla de los Estados -afirma enfáticamente- parece hecha expresamente para presidio y fortaleza". Páginas antes la llama "presidio natural y tumba de navíos" y se pregunta por qué no reclama el nombre de Isla del Diablo, que le ha usurpado con menos títulos aquella. Por lo tanto, no le extraña que sea presidio militar. En cambio, si le sorprende "que no haya dado mayor amplitud, llevando también presos civiles y ensayando una colonia penal que -debidamente organizada- tendría que dar excelentes resultados".

Payró ve el problema penitenciario tan sólo desde un ángulo. La seguridad. En ese momento tiene el presidio una cincuentena de condenados. Entre ellos hay 18 homicidas y dos homosexuales. De buena parte consigna identidad, delito y condena. Hay 5 condenados a presidio por tiempo indeterminado, 20 a presidio por 10 años, 4 a 12... Más de uno -como Trinidad Cuello- cumple larga pena de presidio sustitutiva de la pena de muerte a que originalmente fuera sentenciado. Con una sola excepción, todos son soldados o clases de los cuerpos de línea. La excepción corresponde a un ex capitán de Guardias Nacionales, Juan Carlos Castex. Gozaba -dice Payró- de grandes privilegios hasta la llegada del nuevo subprefecto. Seis de los presos tienen mujeres más o menos legítimas, "como si se tratara de implantar allí una especie de colonia penal". Contradiciendo lo que afirmara antes, comenta Payró: "Ensayo insuficiente, y desde luego fracasado, pues será difícil arraigar una población en San Juan, cuyos recursos no pueden ser más escasos, y cuyo clima o puede ser más inclemente". "Estos presos han tenido, en general, buena conducta y esta mejora a medida que la disciplina se implanta con más rigidez. Antes anduvo muy relajada, flojos los resortes, a su albedrío los presidiarios. Ahora, y especialmente desde que Demartini se ha hecho cargo de la subprefectura, reina el orden y los nenes entran en vereda; se dedican al trabajo y dan poco que hacer". "La reorganización del presidio -dirá en otro capítulo- era ya plausible cuando emprendí el viaje de vuelta".

EL CEMENTERIO

Un cronista de la época apunta que en ese desolado cementerio reposan "los restos de los tripulantes de la barca Lina, de Hamburgo, que el 15 de marzo del año pasado (1900) encontró el mayor Grandón en Cabo Cornell, al centro de la parte norte de la Isla.

Las otras sepulturas indican los siguientes fallecidos: Teófilo Martínez y Marcos Bordet, entrerrianos y Adolfo Seguel, de Patagones, los tres soldados del piquete; Fermín Bazán, marinero y los penados Simón Rodríguez, paraguayo; Pedro Royal, belga; Vicente Ávila, santafesino; Cruz Amorales y Manuel Puebla, mendocinos; Enrique Rojas, entrerriano. A los que hay que agregar tres penados más, de los que sólo recuerdo los nombres de Martín Rodríguez y Pedro Carrasco".

EL PRESIDIO EN PUERTO COOK

Breve es la permanencia del presidio militar en San Juan de Salvamento.

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Unido a la subprefectura, corre su misma suerte. El 22 de febrero de 1897, por orden general Nº 9, el Estado Mayor de la marina anuncia a los navegantes: "(...) que el Poder Ejecutivo ha resuelto, teniendo en cuenta las mejores condiciones de abrigo y reparo, trasladar la subprefectura actualmente ubicada en San Juan de Salvamento al Puerto Cook, Isla de los Estados. Tan pronto se haya verificado el cambio se dará a conocer por otro aviso a los navegantes".

A pesar de la corta distancia que separa ambos puntos de la isla -12 millas, es decir 4 leguas- por las dificultades que opone el terreno, el traslado llevará su tiempo. Carlos R. Gallardo, quien visita la isla en febrero de 1902, de regreso de la misión que el Ministerio del Interior le encomendara en Tierra del Fuego, para esclarecer aspectos de la actuación del gobernador Félix A. Carrié, al desembarcar dice que: "(...) se experimenta el deseo de batir palmas a los que, con su saber, su energía, su inteligencia, su trabajo, a los que por medio de una acción dirigente digna de encomio, han sabido llevar a cabo la obra de sanear, hasta donde es humanamente posible, el lugar donde viven más de un centenar de hombres, penados o guardianes. Y al visitar en detalle la obra, se viene en conocimiento que se ha sacado de sobre el piso firme no menos de cinco metros de turba, que en el terreno se ha rellenado con pedregullo, que se han construido tres o cuatro empalizadas de palos a pique para contener el pedregullo que forma el gran malecón frente al mar y que todas estas obras representan mucho más trabajo de lo que exigió la construcción de las habitaciones y dependencias..."

VISITA AL PRESIDIO MILITAR EN COOK

Gallardo deja una prolija descripción que las instalaciones definitivas del Presidio Militar en Cook que vale la pena recordar: "En el fondo de la bahía de Cook y extendidas a lo largo de la orilla, se encuentran las casillas que forman el presidio militar...El aspecto general es encantador...Comenzando nuestra visita por la derecha, encontramos en primer lugar el varadero para los botes, y a continuación, en una casilla de 16 metros de largo por 6 de ancho, la panadería... En esa casilla existe el depósito para las harinas, la salsa de amasar y un horno de ladrillos de máquina. A continuación, se halla el Observatorio Meteorológico instalado en un quiosco de 16 metros cuadrados. Posee instrumentos registradores que reposan sobre buenas bases de mampostería...Enseguida y frente al muelle se encuentra la casa habitación del jefe del presidio, casa de 10 metros por 17,50, rodeada de un corredor cubierto de vidrios, provista de buenos aparatos de calefacción y con todas las comodidades que puedan desearse.

1a Puerto Cook 1900 - 02 El Presidio fue trasladado desde Puerto San Juan y luego a Ushuaia  (3).jpg

Esta lujosa construcción ha sido hecha en gran parte aprovechando los restos de los buques náufragos. En otro edificio de 16 por 7 metros, se encuentran cuatro habitaciones amplias para oficiales y la farmacia. La casa del segundo jefe tiene 9 por 12 metros y al frente se halla un corredor cubierto de vidrios, cosa sumamente necesaria en invierno. El depósito de víveres tiene 16 por 6 metros y las provisiones bien instaladas, ocupan las paredes y el centro del galpón. A continuación se hallan seis calabozos de piedra, con cielo raso y piso de madera, sistema celular. El conjunto forma un quiosco de piedra. El cuerpo de guardia ocupa un salón de 8 por 16 metros, sirviendo para alojamiento de la tropa otra sala de las mismas dimensiones. Las dos cocinas son iguales; sus dimensiones son 5 por 6 metros y el piso adoquinado de madera. Los penados están alojados en dos cuadras contiguas formando un solo galpón de 12 metros por 17,50. los lechos están a los costados y alcanzan a 48 en cada cuadra, es decir que hay comodidad para 96 penados. En el centro de las cuadras se hallan las mesas. En la época de mi visita se estaban construyendo otras cuadras iguales a las anteriores. La enfermería ocupa un galpón de 20 por 6 metros.

Existe una sala para penados, otra para la tropa y un cuarto pequeño para curaciones. A diez alcanza el número de los W.C., higiénicos, hechos con ladrillos de máquina. En el extremo izquierdo y algo internado se ve el cementerio. Se están construyendo otros tres galpones de 6 por 16 metros para talleres, depósitos y familias da los presos. Todas las casillas están montadas sobre pilotes de madera de la Isla, alcanzando algunos de ellos hasta 5 metros de profundidad. El zinc por fuera y la madera por dentro es general en las construcciones, así como los pisos y cielorrasos de tabla. Todas las armazones son de madera de la misma Isla y lo demás de pino tea llevado de Buenos Aires. Cada casa tiene dos depósitos de hierro de 1800 litros cada uno, en que se junta el agua de lluvia para beber, pues la de los chorrillos es intomable a causa del gusto y color que le da la turba. A fin de que los efectos de un incendio sean menos desastrosos, se ha dejado entre edificio y edificio una distancia de seis metros. El gallinero y la quinta, cuya tierra se ha llevado de Ushuaia en la Tierra del Fuego, resultaron inútiles; el primero a causa de no poderse criar animales y la segunda a causa de no prosperar las legumbres...Terminaré esta reseña diciendo que los pabellones tienen timbres eléctricos que ponen en comunicación a los diferentes departamentos con el cuerpo de guardia y el jefe del presidio".

Gallardo olvida recordar que todo ese inmenso y rudo trabajo, efectuado en condiciones climáticas rigurosas, es realizado por los propios condenados, "a ración y sin sueldo", como los antiguos galeotes, sus antecesores. La operación de la relocalización del presidio queda concluida el 14 de marzo de 1899, dos años después del anuncio del traslado de la subprefectura. A partir de entonces, la Isla de los Estados tiene dos puntos ocupados: San Juan de Salvamento, con el faro de Punta Lasserre y Puerto Cook, nueva sede de la subprefectura y del Presidio Militar. El cambio de situación origina nuevas medidas administrativas. 
Por la Orden General Nº 31, del 12 de febrero de 1900, se establece como única autoridad superior de la Isla al Jefe Militar del Presidio. Poco después, por decreto del 26 de agosto de 1900, atendiendo a la reorganización de la subprefectura y a razones de economía, suprímese el cargo de ayudante en el estacionario y en el presidio y dispónese el cese de Augusto de la Serna que lo desempeñaba. A comienzos de 1901, por acuerdo entre los Ministerios de Marina y de Guerra, se reemplaza, en su servicio de vigilancia, el destacamento del batallón de Artillería de Costas por otro del 1º de Infantería, de Guarnición en Río Gallegos. El Ministerio de Marina Onofre Betbeder, en mayo de 1901, manifiesta al Congreso Nacional cierta satisfacción por el cambio de ubicación del penal: "La actual instalación del Presidio es todo lo confortable que permite serlo el clima destemplado de la Isla (...). Me es agradable consignar aquí que la disciplina y el orden que reinan en el Presidio y demás dependencias de la Isla, son dignas de elogio". 

El largo centenar de condenados que llega a tener el presidio, en tanto las casi permanentes inclemencias del tiempo lo permiten, ocúpase en diversas tareas, casi todas de mero mantenimiento y subsistencia. Hay cocineros, panaderos, sastres, enfermeros, peluqueros, ayudantes de despensa y farmacia... No falta tampoco la confección de chucherías, utilizando los escasos materiales que pueden encontrarse en la isla. Son los tradicionales trabajos de presos de todos los tiempos y de todas las latitudes, en los que a veces sobre el derroche de paciencia surgen rasgos del más cándido arte naif. Esas curiosas bagatelas tienen un limitado mercado: los pasajeros de los transportes nacionales que, de tarde en tarde, llegan a la isla. Ocasión que también aprovechan los presidiarios, mediante su invisible y eficaz servicio de inteligencia, para contrabandear alguna ansiada bebida alcohólica. Si bien, en principio, tanto el personal como los penados estaban expuestos a los mismos rigores de una naturaleza hostil y bravía, la situación de ambos grupos difiere substancialmente. El personal, cualquiera que fuere su jerarquía, se renueva periódicamente, aparte de gozar de licencias a veces prolongadas. Los presidiarios, con pesadas condenas sobre sus espaldas cada día más débiles, deben permanecer largos años en la isla, con el deterioro físico y psicológico que ello implica. Nada se contrapone al generalizado primitivismo cultural de la casi totalidad de ellos. Ni la incipiente escuela para adultos que tuviera el Presidio Militar de Santa Cruz, ni atisbos de asistencia espiritual. La marginación, el aislamiento es total: físico, moral y social. No siempre se cuenta con asistencia médica idónea en el momento preciso. Si alguien enferma -escribe el corresponsal de El País- tiene que curarse como pueda; o si no para enfermarse, o darse un golpe que le rompa una pierna o una costilla, debe esperar que venga un transporte para que el médico de a bordo le recete... y se vaya el médico a seguir su viaje y el enfermo al cementerio si el caso es grave.

Esporádicamente, la armada destina a la isla a uno de sus médicos. En marzo de 1901, por no poder continuar ese sistema errático, el Poder Ejecutivo dispone la designación de un médico diplomado. El nombramiento recae en el doctor Nicanor Morales, con la asignación mensual de $400, que será pagada, por partes iguales, por los Ministerios de Guerra y Marina. Una creciente aureola nefasta envuelve al presidio militar, en una buena parte debida a la insalubridad de su clima y a los estragos que produce en su involuntariamente clientela. Quizá también a alguna arbitrariedad disciplinaria. A fines de 1900, el Consejo Supremo de Guerra y Marina comisiona a uno de sus vocales, el comodoro Enrique Guillermo Howard, a fin de que inspecciones el penal de la Isla de los Estados.

Regresa en el 1º de Mayo el 11 de febrero de 1901. por lo que trasciende de su informe; Howard recomienda en términos enérgicos que se proceda sin dilación alguna la remoción del presidio de Cook. Luis D. Cabral, su ayudante militar y secretario durante largos años a partir de 1895, dice que Howard aprovecha las vacaciones de 1900 para efectuar ese viaje y que a su retorno "(...) presentó un conciso pero luminoso informe, reprobando con todo el colorido más vivo, tan inhumano presidio, comparable con la Siberia de la autocrática Rusia, en un país de leyes tan libres y benignas como las de esta república. El informe contenía el sano consejo de la inmediata traslación de esos seres humanos, por más delincuentes que fuesen y a pesar de sus condenas; se imponía ese proceder como una reparación a la justicia de parte del gobierno. Y agregaba: "Por lo menos a las costas de Ushuaia". Divulgado tan noble pensamiento surgido de un espíritu justiciero, abogando por esos desgraciados, encontró eco unánime y espontáneo en la prensa".

En este viaje, Howard constata también que, por inobservancia del principio de retroactividad de la ley penal más benigna, en el presidio existe un grupo de condenados por deserción, que son procesados y sentenciados cuando todavía rige la antigua legislación española, que castiga con diez años de presidio -el máximo de esta pena- ese delito que por la nueva legislación vigente sanciona con sólo cuatro de esa pena a lo sumo. La presentación de Howard origina la preparación de un decreto que dispone la libertad de quienes ya han cumplido esos cuatro años de presidio. Poco después, viajeros llegados en el transporte Guardia Nacional declaran a la prensa: "El clima de la isla es malsano, por cuyo motivo el número de enfermos aumenta considerablemente en el presidio". En agosto de ese mismo año, Pedro Gori, fundador de la revista Criminológica Argentina, la primera publicación en su género editada en nuestro país, al dar cuenta de su viaje a los territorios australes, se refiere al presidio militar de la Isla de los Estados y reclama para los presidiarios un poco más de humanidad.

No obstante, las calificadas opiniones adversas a la permanencia del presidio y la casi certeza de que se dispondría su traslado a otro punto, se emprenden nuevas construcciones y prosigue el envío de condenados. Así en octubre de 1901, el transporte Santa Cruz zarpa de Buenos Aires conduciendo al presidio militar otra remesa de condenados. El regreso a buenos Aires de Carlos Gallardo de su viaje al sur coincide con la difusión de noticias que dan cuenta de actos de indisciplina producidos en el destacamento que custodia el presidio militar. El diario La Nación lo entrevista para recoger datos sobre las condiciones en que se encuentra el penal. Gallardo es categórico en sus afirmaciones: "El clima de la Isla de los Estados es uno de los más malos que se conoce. Llueve aproximadamente 280 días al año y la humedad es enorme. La nieve, el viento, el frío, son fenómenos que caracterizan la región (...) esa humedad constante, unida a la falta de sitio para hacer ejercicio hace que los penados del presidio militar estén expuestos a adquirir enfermedades graves cuyo desenlace no se hace esperar.

"La mortalidad alcanza entre los penados al 10% (...). La regeneración moral del individuo no puede efectuarse en este medio perfectamente inadecuado para el objeto. Considera como un gran error la permanencia de ese presidio en el sitio en que se encuentra. Puede afirmarse que los que establecieron el presidio militar en Cook no tuvieron la más remota noción de lo que son los establecimientos penales".

Como se ve, muy lejos se está de la teoría del "presidio natural" desaprensivamente sostenida por Popper en 1891 y recogida, entre otros, por los periodistas Eizaguirre y Payró. Si fuera menester corroborar aún más lo que es de dominio público, al arribar a Buenos Aires en septiembre de 1902 el transporte Guardia Nacional trae, entre otras, la noticia de que el invierno en la isla ha sido "sumamente cruel, pues numerosos presos han fallecido y otros se encuentran muy enfermos". 

Al promediar 1902 el teniente de navío Segundo Valladares es designado jefe del Estacionario del Faro y Presidio de la Isla de los Estados. Por esos días la decisión de trasladar el penal a otro punto del sur parece inminente. La determinación de ese nuevo emplazamiento origina diversas opiniones. 
Ya en 1901, cuando trascienden las duras críticas y la decisiva recomendación del comodoro Howard, desde las páginas del diario El País se propone la Isla de los Leones, en la cabecera norte del golfo San Jorge, "ya que por su extensión y la proximidad relativa de la capital, aparte de las condiciones higiénicas, ofrecería las ventajas que se reclaman". 
Gallardo, a su vez, manifiesta: "Tierra del Fuego tiene una tierra fértil, un clima sano, magníficos bosques, agua pura, fresca y caza abundante. ¿Por qué no se traslada allí el presidio? ¿Por qué no se lleva allí esos 100 o 150 hombres que perecen en Cook y que en Tierra del Fuego tendrán un medio higiénico para vivir?" 
"En Tierra del Fuego cultivarían el suelo produciendo legumbres que necesitan para su alimentación, cuidarán del ganado destinado al mismo objeto: trabajarían en los montes, preparando la madera necesaria para las construcciones y para las dependencias militares; labrarían y colocarían en su sitio los postes para el telégrafo que reclaman en Tierra del Fuego, construirían caminos, en una palabra muchos trabajos de utilidad incuestionable, prestando así un servicio a la sociedad en que viven. Y bajo el punto de vista moral, ¡qué gran triunfo se obtendría!" cuando queda resuelto el traslado del penal a la Tierra del Fuego, se menciona a Lapataia, el sitio que el Poder Ejecutivo escogiera para la radicación definitiva de la Cárcel de Reincidentes habilitada en forma provisoria en Ushuaia en 1896 y que el ingeniero Catello Muratgia, cediendo a la presión del pueblo, desconoce en septiembre de 1902 al colocar en la modesta capital fueguina la piedra fundamental del edificio del presidio civil. Finalmente, la elección es otra. En la mañana del 26 de agosto, el intendente de Marina, señor Alberto Casares, entrevista al presidente Roca con el objeto de presentarle los planos para el presidio militar, "que se establecerá en la península de Ushuaia".

El 20 de octubre zarpa el Guardia Nacional llevando parte de los elementos para el nuevo presidio militar. El 7 de noviembre sale para el sur el transporte Ushuaia, al mando del teniente de fragata Enrique Fliess. Lleva la misión de trasladar las instalaciones y los presidiarios de la Isla de los Estados hasta Ushuaia. Entre tanto, a su retorno a Buenos Aires, el 30 de noviembre, el Guardia Nacional trae la noticia de que en Ushuaia se está instalando el presidio y su comandante, teniente de navío Zurreta, al informar al Ministerio de Marina del viaje, transmite el pedido de la gobernación a fin de que se aumente el destacamento que debe custodiar los presos en la península. Agrega que "el estado sanitario de la Isla de los Estados es malo, encontrándose actualmente enfermos varios presidiarios".

Una comunicación del gobernador del territorio al Ministerio de Marina, a la que acompaña los plazos definitivos del presidio, indica que hizo entrega de la zona donde se va a levantar el penal y que el 3 de diciembre comienza el desembarco de a bordo del Ushuaia de los materiales y elementos procedentes de Puerto Cook. El presidio militar se instala frente a puerto Golondrina, en un paraje estratégico, según se dice. Para la dirección e inspección de las obras se constituye una comisión que preside el gobernador y forman el jefe del Presidio Militar, teniente de navío Valladares, el director de la Cárcel de Reincidentes y Presidio Nacional, ingeniero Catello Muratgia y el subprefecto de Ushuaia.

La operación del traslado da la oportunidad, largamente esperada por los presos, para que en Cook se produzca un motín con fuga masiva. Por su magnitud y violencia no tuvo precedentes en la historia penitenciaria del país. El 14 de diciembre, el Ministerio de Marina recibe un telegrama del comandante del transporte Ushuaia transmitiendo la inquietante novedad. El comandante Fliess informa: "Al fondear en puerto Cook (Isla de los Estados), el 10 de diciembre a las 6 p.m. de regreso del primer viaje efectuado por el buque de mi mando, con material del presidio de la isla, que se conducía a Ushuaia, se aproximó un bote a este buque, con el maestro de víveres del presidio, quien me comunicó, de parte del alférez de navío Clodomiro Matheu, que 51 penados se habían sublevado y abandonado la isla en dos balleneras y un bote salvavidas.
"Poco después vino a bordo el alférez Matheu y me relató de la siguiente forma lo sucedido..." Al partir de ese momento se desencadena la implacable persecución de los prófugos a través de la Isla y de Tierra del Fuego. El relato de los graves sucesos, de sus causas y de sus consecuencias penales, excede el propósito de estas páginas. Baste, por ahora, la breve declaración oficial del ministro de Marina, Onofre Betbeder. En su memoria 1902-1903 al Congreso de la Nación, fechada el 15 de mayo de 1903, escribe: "Durante la traslación del presidio 51 penados que habían quedado en Cook se sublevaron y lograron hacerse a la mar en tres botes. Varios destacamentos del 1º de Infantería de línea embarcados en la Patria, Ushuaia y Azopardo, capturaron a los sobrevivientes, algunos de los cuales perecieron a manos de sus propios compañeros y otros fueron muertos al resistirse o pretender fugarse.

"El proceso instruido para esclarecer los hechos y determinar las responsabilidades, prosigue y será visto en Consejo de Guerra". Tal el broche de sangre que cierra la desventurada historia del Presidio Militar de la Isla de los Estados. Fue una desdichada experiencia penal, a la que puso fin una tardía piedad social. Apagado el faro de Punta Lasserre y levantado el Presidio Militar de Puerto Cook, la Isla de los Estados vuelve a quedar prácticamente desierta. Entre 1902 y, por lo menos, hasta 1910, año en que la visita el presidente Roque Sáenz Peña, vive un solitario habitante en Cook, Felipe Zucarelli y años más tarde otro, Juan Roldán Molinas, en Bahía Crosley, asiento en 1873 de Luis Piedra Buena. A ambos personajes sus contemporáneos le concedieron graciosamente el título de "Gobernador de la Isla de los Estados".

De esta tarde, reaparece fugazmente el recuerdo del penal. Obra y gracia de un tango de Eduardo Bonessi -Amor Perdido-, que en 1923 se torna perdurable en un disco Odeón en la voz de Carlos Gardel: 

Ha enloquecido la muchacha
que le disputa fiera y brutal. 
Hoy se broncaron y corrió sangre
por la sirena del arrabal. 
Hay en la Isla de los Estados
uno que vigila cuando saldrá,
dicen que llora su amor perdido
la musa trágica del arrabal.

EL PENAL SEGÚN PELLEGRINI

Poco después del informe Howard sobre el penal, el diario El País, fundado por Carlos Pellegrini, anuncia que ya se "(...) piensa en trasladar el presidio a un punto de la costa atlántica que por sus condiciones higiénicas ofrezca mayores garantías a los infelices que son enviados actualmente a aquel antro de muerte, muchísimo peor que la famosa Isla del Diablo que habitó Dreyfus". Agrega: "Es ya tiempo de sacar el presidio de donde está. Lo reclaman las leyes, nuestra civilización y los antecedentes políticos y sociales de nuestros hombres públicos". Concluye con esta exhortación: "El nuevo Ministro de Marina, persona altamente humana y previsora está en el deber de escuchar a tan autorizado jefe, removiendo el presidio que habla muy poco a favor de nuestra civilización y que en lugar de ser un punto de regeneración moral, contribuye por razones múltiples, aparte de la higiénica, a fomentar vicios y precipitar la muerte de seres que aún pueden ser útiles a la sociedad".

LA OPINIÓN DE UN CRIMINÓLOGO

Pedro Gori -en un contexto impregnado de positivismo criminológico, entonces en expansión y hoy abandonado-, relata algunos detalles de las condiciones en que los condenados son transportados al sur: "Aislados completamente de los pasajeros que se dirigen decididos a lo desconocido, abajo, en la proa, encadenados a la misma barra de hierro y hermanados en el mismo dolor, se encuentran los condenados al presidio militar de la Isla de los Estados, o a las cárceles de reincidentes de Ushuaia”. “Es una mezcla absurda y atroz de organismos anómalos, en que el delito, antes de presentarse en su manifestación externa, está impreso con sus caracteres peligrosos de estigma biológico"."(...) Una nota simpática, quizá la más hermosa de este viaje, lanza destellos de luz sobre aquellas almas negras". "El sargento Valbuena, condenado a presidio por homicidio de otro sargento, va también a purgar su condena en la isla de las tempestades”. “Al embarcarse en Buenos Aires, le había precedido a bordo su amante, una chinita de mirada tierna y melancólica. Temiendo esta que se le impidiera continuar el viaje, se había escondido pero fue descubierta”. “Tanto rogó al comandante del Guardia Nacional, Ezequiel Guttero, una simpática figura de marino y gentilhombre, que le permitiera compartir la desventura de su amante, que obtuvo de él la promesa de que le recomendaría al Jefe del Presidio de Puerto Cook, a fin de que este idilio, más potente y victorioso que el delito y la desgracia, no sea tronchado por un árido y cruel procedimiento administrativo".

LA SANGRIENTA FUGA DE 1902

El diario El País, en su edición del lunes 15 de diciembre de 1902 titula: "Sublevación de presos en la Isla de los Estados. Golpe audaz. Muerte de centinelas. Oficiales sorprendidos. Huída de 51 presidiarios. Salida del Patria". Agrega: En el Ministerio de Marina se recibió anoche la siguiente importante noticia telegráfica: "Puerto Gallegos -transporte Ushuaia- Señor Ministro de Marina: Al fondear en Puerto Cook (Isla de los Estados), el 10 de diciembre a las 6 p.m., de regreso del primer viaje afectado con el buque a mi mando, transportando materiales del presidio de esa isla a Ushuaia, se aproximó un bote trayendo al maestre de víveres del presidio, quien me comunicó de parte del alférez de navío Clodomiro Matheu, que 51 penados se habían sublevado y abandonado la isla en dos balleneras y un bote salvavidas. Poco después vino a bordo el alférez Matheu y me relató en la forma siguiente lo sucedido: El 6 de diciembre a las 3 de la mañana, un grupo de penados complotados mataron por sorpresa a los centinelas: soldados Bonifacio Díaz y al marinero José Lagos e hirieron al cabo Eduardo Alejo y al soldado Cirilo Martínez; después se apoderaron del armamento del cuerpo de guardia. Todo esto fue hecho en el mayor silencio. Enseguida de tener el armamento y munición, rodearon de centinelas los alojamientos del alférez Matéu y del teniente Altamirano, jefe del destacamento militar, la cuadra de los soldados y marineros y las casas de las familias de los penados. Estas medidas fueron tomadas por los penados 61 Félix Cabrera y 75 Luis Maldonado, quienes hacían de jefes del motín. 

Los promotores parecen ser quince penados, aumentados después hasta 51, todos ellos quisieron luego obligar a los 32 restantes a acompañarlos, teniendo ellos que huir al monte para escapar a las amenazas de muerte. El alférez Matheu y el teniente Altamirano, que estaban durmiendo en sus alojamientos, tuvieron conocimiento de la sublevación a las 3 y 30 a.m. por un soldado que consiguió huir de la cuadra. Inmediatamente salieron y se encontraron rodeados por penados sublevados, armados, y el presidio en poder de ellos. El penado 61, Félix Cabrera, se dirigió a ellos y les dijo que iban a abandonar la isla en los botes, lo que efectivamente efectuaron a las 8 a.m. de ese mismo día, llevándose el armamento, la ropa de marineros y los víveres y habiendo manifestado que su intención era ganar territorio chileno por Tierra del Fuego o al Estrecho, y según algunos querían esperar al Ushuaia, que suponían llegaría en esos días, para tomarlo por sorpresa, pues habían averiguado que no tenía armamento. Entre los penados que quedaron en la isla era tal el temor de que esto hubiera sucedido, que al entrar el buque a Cook ganaron el monte, quedando en el muelle el alférez Matheu y unos cuantos hombres y recién regresaron al ver que no había novedad. A cargo del presidio estaba el alférez de navío Clodomiro Matheu, por haberse trasladado el teniente de navío Segundo Valladares con 36 condenados, llevando para cuidar a estos a una parte del destacamento a Ushuaia, en donde se ha dado principio a la instalación del nuevo presidio con los materiales que este buque llevó en su primer viaje del 30 de noviembre al 10 de diciembre. Enseguida de tener conocimiento de los hechos que acabo de comunicar a V.E. resolví trasladarme a Gallegos para comunicar con V.E. y pedir fuerzas del 1º de Infantería de línea para reforzar el destacamento de Ushuaia, guarnecer las islas que ha quedado sin fuerzas armadas, pues los sublevados se han llevado todas las armas, y poder tener a bordo algunos hombres armados, para poder recorrer la costa de la Tierra del Fuego e isla en busca de los presidiarios y poder hacer efectiva su prisión en caso de encontrarlos. La resolución de venir a Gallegos la he tomado también para no producir alarmas en Ushuaia, donde no hay elementos y la noticia de la sublevación podría inducir a los penados a tratar de evadirse. Al conocer mi resolución el alférez Matheu me pidió embarcarse con los penados por no poder custodiarlos en tierra y hallarse completamente desmoralizados y desarmados. Hallando razonable este pedido, los he embarcado, teniendo a los penados en una bodega con la mayor seguridad. En la isla han quedado cuidando de los galpones el contramaestre con algunos hombres y familias de penados. En la fecha solicito del señor jefe del 1º de Infantería de línea un refuerzo de 40 hombres, 15 para la Isla de los Estados, 15 para Ushuaia y 10 para este buque. Espero órdenes de V.E. en Gallegos. Hay un chasque en la cabecera de la línea para conducir con la mayor rapidez los telegramas a Puerto Gallegos. En este puerto el buque está completamente incomunicado con tierra, para evitar noticias a los penados. Entre los evadidos, 25 son confinados a presidio por tiempo indeterminado. De Cook zarpé a las 11 a.m. para Gallegos y al pasar por Año Nuevo, el faro funcionaba sin novedad. Enrique Fliess. Comandante del transporte Ushuaia”. Inmediatamente recibido el despacho telegráfico, el Ministro de Marina ordenó que se preparara el crucero Patria, para zarpar para Ushuaia, recorriendo las costas de la Tierra del Fuego, para tratar de aprehender en la costa a los penados evadidos, llevando instrucciones especiales y reservadas