Malvinas es la historia de una guerra fragmentada en el recuerdo, incompleta en su narrativa, plagada de manipulaciones, coartada en su cobertura, recortada y censurada por ambos contrincantes.
Implica desdibujar las capas superpuestas en la mente de una argentinidad compuestas de heroismos individuales y colectivos, frustraciones, identidad nacional , colonialismo, intereses territoriales y soberania.
Malvinas es también la guerra mediática como traducción de la política. Con un gobierno británico conservador e impopular y una dictadura cívico militar resquebrajada y en retroceso, la batalla comunicacional se libró en todo los frentes.
Nuestras memorias han sido formateadas por fragmentos contados y ocultados. El rol que jugaron la mayor parte de los medios argentinos se explica, en parte, por años de terror y censura.
Pero este contexto no justifica ni el engaño consciente o la exaltación triunfalista y manipuladora sobre sentimientos muy profundos de un sentimiento nacional genuino.
La Agencia Nacional de Noticias Télam y la Televisión Pública, coincida en ese momento como ATC (Argentina Televisora Color), fueron los únicos medios oficialmente asentados en las Islas durante la guerra.
Cada uno de sus cables, coberturas, fotos, fueron enviados directamente a los altos mandos militares que los seleccionaban y direccionaba a los medios nacionales y extranjeros.
Qué hizo cada medio, como lo vendió, tituló, mostró editorializó en una línea fina entre la “presión” y la “elección”, por momentos zigzagueantes o difusa.
No se trata solo de observar introspectivamente el pasado. La mirada crítica debería servir como brújula hacia un mejor periodismo en el presente a futuro
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